En Micenas podrá admirar la grandiosa tumba abovedada llamada «tesoro de Atreo» o «tumba de Agamenón». Es un brillante «embajador» de la civilización micénica que se considera data de entre 1.350-1.250 a.C.
En Micenas podrá admirar la grandiosa tumba abovedada llamada «tesoro de Atreo» o «tumba de Agamenón». Es un brillante «embajador» de la civilización micénica. Se considera que fue construido entre 1.350-1250 a.C. para uno de los miembros más importantes de la familia real.
Cuando te colocas en el centro del monumento funerario y observas la cúpula de 13,4 metros, sientes fascinación, especialmente cuando conoces que se trata de una excepcional obra de ingeniería. La cúpula, con su enorme diámetro de 14,60 metros, fue construida con piedras esculpidas de la misma altura. Conforman anillos consecutivos con un diámetro cada vez más pequeño hasta que coinciden en el extremo más alto. Las 33 series de piedras permanecen en su sitio gracias a la gravedad y a la presión que ejerce el resto de piedras sobre las demás.
En el suelo de la tumba había excavados dos agujeros. Dos bases de piedra muestran que existieron puntales. Probablemente de aquí procedieran las «placas de Elgin» que se encuentran en el Museo Británico, construidas con yeso y decoradas con toros esculpidos.
Grandiosa es también la fachada de la tumba abovedada. Tiene una altura de 10,50 metros y su entrada llega a los 5,40 metros. Sobre la misma se encuentra un enorme dintel formado por dos piedras: La interior pesa 120 toneladas.
Tras el periodo micénico, el monumento dejó de ser utilizado como tumba. Ya se encontraba saqueado y enterrado en parte cuando fue visitado por Pausanias en el siglo II d.C. Lo registró, no obstante, como el «tesoro», es decir, el tesoro de Atreo, tal y como lo llaman los habitantes de la zona.
Las costumbres funerarias
Las características de las tumbas (con agujeros, abovedadas o con cámaras) así como los tesoros hallados en su interior son una importante fuente de información sobre la cultura, las costumbres y las creencias de las sociedades micénicas.
En las tumbas de cámara y en las abovedadas, el difunto se colocaba en el centro, con los tesoros a su alrededor. Estaba acostado, muchas veces con las rodillas flexionadas y la cabeza elevada. Después de su sepultura, los habitantes de Micenas celebraban cenas funerarias, tal y como demuestran los fragmentos de recipientes y huesos de animales que se encontraron en la tierra. Sobre la tumba alzaban un pequeño túmulo y colocaban una lápida funeraria.